La pandemia en Perú: Cuando las medias verdades camuflan las medias mentiras
En el Perú la población está viviendo en una gran incertidumbre porque el Gobierno no está gestionando la pandemia de manera trasparente; hay hechos que ponen en duda la transparencia, como que en el canal del Estado, luego del mensaje presidencial, entrevisten al ex presidente Vizcarra -vacado a fines del 2020 por indicios de corrupción-, algo que no tiene sentido. La verdad es que necesita un traductor, porque no sabe transmitir lo que piensa. Al final es un émulo de “Cantinflas”, pobre de los fiscales que lo están investigando, después de interrogarlo acabarán como la conductora que no comprendió el trabalenguas que hablaba.
Son diferentes las razones por las que podemos afirmar que la gestión de Vizcarra fracasó en la gestión de la pandemia del coronavirus. Algunas de estas razones quedan fuera de su rango de alcance por lo que podría eximírsele de responsabilidad, como la misma virulencia del covid-19 y su capacidad de contagio, el impacto negativo de la cuarentena en la economía y el pésimo sistema de salud pública del país. Las dos primeras razones son factores que han afectado de forma similar a la mayoría de los países del mundo, en especial a América Latina. El tercer factor o razón del fracaso de la gestión de Vizcarra en el manejo de la pandemia, la pésima situación del sector Salud, es responsabilidad de todos los gobiernos anteriores que desde la década de los años 80 en adelante no implementaron servicios de salud pública, dignos y de calidad, al nivel de cualquier nación que se autoestima y se proyecta objetivos ambiciosos al largo plazo. Pero existen razones que incidieron en el fracaso del gobierno de Vizcarra en la lucha contra la pandemia del coronavirus que sí fueron responsabilidad de sus funcionarios y de su equipo de trabajo, razones que sumadas a los indicios de corrupción en su gestión como Gobernador Regional de Moquegua, motivaron su vacancia del cargo presidencial. A mediados del 2020, la prensa nacional denunció ciertos manejos oscuros del presupuesto destinado a la administración pública durante la emergencia por la pandemia del covid-19 en diferentes sectores como Salud, Cultura, Interior, entre otras dependencias públicas como gobiernos regionales y gobiernos locales. Graves denuncias que causaron desazón y desconfianza porque significó que el gobierno de Vizcarra no había cortado con la corrupción pese a todos los juicios y procesos abiertos a ex presidentes y gestiones anteriores en los últimos años, sino que por el contrario, continuó en el mismo modus operandi.
No olvidemos que los Presidentes de la República de los cinco últimos gobiernos están siendo investigados, algunos fueron presos, otro está fugado y en proceso de extradición. Tengo que reconocer que en mi país, la corrupción e impunidad son males endémicos, pero que otros factores contribuyeron para tener las altas cifras de contagiados que hoy tenemos, en mi opinión faltó mano más dura para varias restricciones desde el comienzo, hubo errores en varias estrategias como la entrega de bonos para los más pobres, al no tener mapeado el universo social por parte del Estado, era muy complicado que les llegue la ayuda a la mayoría de ellos, en este punto hay que hacer una revisión muy prolija a cuántos realmente les llegó el bono. Debieron ser las Fuerzas Armadas las que realizaran entrega de comida ya preparadas y agua a los más pobres del país, fue un despropósito entregarles a los presidentes de regiones y alcaldes esa responsabilidad, darles dinero en efectivo para que compren canastas con alimentos básicos, ya la Contraloría General de la Republica, está investigando a varios de ellos, hubo compras muy cuestionadas, en pruebas rápidas y moleculares, compra de mascarillas, de implemento y material médico, implemento y material de protección contra el virus para la Policía, el precio del oxígeno resultaba impagable para los de menores recursos, es verdad que en crisis como la que hoy estamos viviendo, sale el lado más negativo y positivo de los seres humanos, lucrar o robar, en una pandemia que está sumando miles de enfermos y muertos, debe ser Traición a la Patria y el castigo debe ser cadena perpetua. El gobierno de Vizcarra no tuvo “mano dura” ni para hacer cumplir con disciplina a la población la rigurosidad que la cuarentena exigía ni para poner orden dentro de la administración pública en el manejo y distribución de los recursos asignados.
El 2021 inició con la segunda ola de la pandemia del coronavirus. Las escenas de la primera ola se repiten. El virus se muestra más agresivo, las cifras crecen a mayor velocidad que en el 2020. A nivel sanitario la lucha contra el covid encuentra a la sociedad global prevenida por la experiencia del primer brote. Se vuelven a aplicar las medidas de seguridad y los protocolos. Las vacunas ayudan, sin embargo, Europa, América del Norte y América Latina vuelven a ser sacudidas con fuerza por el virus.
En el Perú las medidas de estricta cuarentena e inamovilidad obligatoria vigentes desde Febrero han vuelto a golpear la economía de los más pobres, de los empleados, de los pequeños empresarios, de los informales. Millones de peruanos que conforman aproximadamente el 70% de la población, alrededor de 20 millones de personas, se quedarán sin trabajo o dejarán de percibir ingresos mientras dure la cuarentena algunos, y otros durante algún tiempo más después de que se levanten las medidas. El Gobierno ha ordenado que se distribuyan bonos de S/. 600 soles (poco más de US 160 dólares) para 4 millones de personas calificadas como “población vulnerable”. Sin embargo, a nivel sanitario, volvemos a ver las mismas carencias, la misma precariedad y situación calamitosa del sistema de salud público. Podría afirmarse que nada o muy poco se ha hecho como país con respecto a la primera ola de la pandemia. Hemos caído en los mismos errores. ¿Qué hemos hecho mal? La tragedia que viven otros países de nuestro Hemisferio como Estados Unidos, Brasil o México no puede ser pretexto para justificar la negligencia de nuestras autoridades cuando países tan diferentes como China o Australia, Uruguay o Costa Rica, ellos afrontan la segunda ola mejor preparados, de forma inteligente y responsable.
Pregunto cómo es posible que nuestros vecinos como Chile, Colombia, Brasil, Ecuador, ya tengan los primeros lotes de vacunas y estén vacunando a su primera línea de riesgo, en el Perú luego de mucha incertidumbre. Han anunciado que en febrero estará llegando el primer lote de un millón de vacunas Chinas, siendo a la fecha un secreto de Estado el precio que fueron adquiridas, nuestro País sigue en cuanto a gestión de gobierno, en un cúmulo de errores y desaciertos.
La realidad es que en nuestro país tenemos un Estado a la deriva, en plena pandemia nuestro sistema político entró en una crisis nunca antes vista en nuestra historia: A finales del 2020, tres presidentes se sucedieron en menos de un mes; las marchas, las protestas, el caos y la convulsión social dividieron y escindieron aún más a los peruanos en un momento que ya era el peor de la Historia del Perú desde la Guerra con Chile. En plena pandemia, durante los meses de noviembre y diciembre volvieron los fantasmas del terrorismo, Sendero Luminoso, los golpes de Estado, los atentados, el desborde popular, la ingobernabilidad, la violación de los DD.HH., los muertos de la violencia política, los desaparecidos, etc. etc. A la crisis e incertidumbre económica, lo peor para el mercado, tuvimos que sumar la falta de predictibilidad generada en la inestabilidad política; lo único que faltaba para calificar al Perú como un país inelegible para el sistema internacional, en consecuencia, se pone en peligro las inversiones y los créditos destinados para nuestro país.
¿Pero cuál ha sido el origen de la inestabilidad política que terminó en la vacancia de dos presidentes en tan sólo diez días? A la reciente inestabilidad política en el Perú le precede la ilegitimidad de las autoridades en el Gobierno, resultado de una corrupción sin control que ha ido corroyendo las bases de la institucionalidad democrática incesantemente desde la gestión de Alberto Fujimori en la década de 1990 y que tocó fondo en el año 2016 con el destape del caso Lava Jato. Hacia el año 2018, además de Fujimori, todos los presidentes que le sucedieron se encontraban presos, detenidos, en proceso de extradición, investigados y/o acusados por la justicia. La corrupción en la administración pública destapada por el caso Lava Jato rompió el efecto de “eterna impunidad” de los más poderosos líderes y partidos políticos peruanos al involucrar este caso con la justicia de los Estados Unidos al haber desviado la empresa brasilera Odebrecht depósitos a cuentas corrientes en el sistema financiero norteamericano.
Pero no por Lava Jato la mega corrupción en el Estado se detuvo, si bien la ciudadanía reclamó mejores estándares de calidad en la administración pública ante la abundante evidencia reunida por los fiscales que llevan los casos de corrupción que involucran a los ex presidentes y principales líderes políticos, la pandemia representó una nueva oportunidad para lucrar a expensas del Estado. Las acusaciones por malversación en el presupuesto destinado para la logística con la que afrontaríamos la pandemia en los sectores de Salud, Interior, Economía, entre otros, sumados a los escándalos personales del hasta entonces presidente Vizcarra, terminaron en su vacancia en noviembre. La juramentación del nuevo presidente Merino, las marchas, la represión, su caída y la juramentación de Sagasti, todo en menos de una semana, es historia conocida, contando las protestas que continuaron con muertos y heridos en Ica y La Libertad, con nuevo presidente y en plena Navidad y Año Nuevo. Pareciera ser que el enfrentamiento y la conflictividad social se detuvieron sólo con la certidumbre de una segunda ola. Los únicos que resultan ganadores son los señores de Odebrecht, que han visto aplazar las investigaciones en su contra.
Todas estas circunstancias reunidas han ocasionado que, al igual que con la primera ola de la pandemia en marzo del 2020, se mantenga mal informada a la población. Por ejemplo, no hay hasta ahora campañas para el correcto uso de mascarillas. Pensamos que debido a los altos índices de desinformación entre la población el Gobierno debiera iniciar una campaña agresiva de divulgación sobre cómo afrontar la pandemia. La lista de errores en los que el Gobierno es reincidente con respecto a marzo del 2020 continúa: No se aplicó correctamente la política de “mano dura” para sancionar a los irresponsables de fiestas y reuniones clandestinas. Tampoco hubo adecuado control en la frontera de Tumbes con Ecuador, punto de ingreso de extranjeros, por lo que miles de venezolanos ingresaron sin restricciones, permitiendo la migración de criminales y delincuentes avezados.
Este 2021, año del Bicentenario, debería ser el año de un nuevo comienzo para el Perú, comenzando con el fortalecimiento del sistema de salud. Es algo de suma urgencia que no puede esperar. Es responsabilidad de las autoridades de turno cortar definitivamente con la corrupción, la impunidad, la inestabilidad y la ilegitimidad política para empezar a sentar bases y gobernar por el bien del país de una vez por todas. La situación actual lo amerita. La aplicación de estas medidas repercutirá naturalmente en una mejora del orden público y la seguridad ciudadana. La problemática de la pandemia exige una visión holística del Gobierno, apostando por la Meritocracia y no por la “Amigocracia”.
No tenemos mucho que esperar del Congreso, de nuestros políticos y autoridades con los que celebraremos el Bicentenario de la República este 28 de julio, pues serán una burda imitación grotesca de lo que fueron los fundadores de la Patria, el primer Congreso peruano, el Congreso Constituyente de 1822, que fue la primera institución política elegida democráticamente en el Perú y que tuvo como primer presidente a Javier de Luna Pizarro. Esta historia de nuestra democracia, partidos políticos y personajes representativos hoy queda en el olvido y la ignorancia precisamente por los intereses oscuros de quienes manejan la política y el país en la corrupción y la vergüenza, pero hay esperanzas, no todo está perdido, hay grupos de profesionales y ciudadanos que quieren proponer lo mejor para un País, lleno de serios problemas por donde se le mire.
Nos interesa saber de manera urgente cuál será el perfil político de nuestros congresistas y de nuestro próximo Congreso en el contexto del Bicentenario. El perfil de nuestros actuales políticos está a millones de kilómetros de distancia del perfil de los políticos que fundaron nuestra República hace 200 años. Es muy fácil explicarlo políticamente. Las características de los gobiernos de los cinco últimos presidentes: Fujimori, Toledo, García, Humala y Kuczynski son las mismas que se les atribuye a los gobiernos de los virreyes del periodo de decadencia del Imperio Colonial Español: corrupción, robo, despotismo, represión, dominio de una potencia extranjera, etc. etc. Todo lo contrario, a los ideales que enarbolaron los políticos que fundaron la Patria.
La pandemia y sus consecuencias deben tener un lugar central en el Plan de Gobierno de los partidos políticos. Es hora de dar inicio al debate porque la campaña electoral ya está corriendo, sin embargo hasta la fecha no hay debate ni intercambio de ideas. Sólo un gran silencio respecto a lo que el Perú debe hacer en los próximos cincos, diez y veinte años para que situaciones como esta pandemia no se repitan. Una vez más prima la improvisación en los partidos políticos. Las candidaturas improvisadas esta vez cambiarán el baile, la cumbia y el perreo de cada campaña electoral por campañas de ataque en las redes sociales. Pero de propuestas no tendrán nada que decir. Recordemos que la mayoría de los políticos son muy buenos en el “QUÉ HACER”, sin embargo el “CÓMO HACERLO”, el “CUÁNDO HACERLO”, en “QUÉ PLAZOS SE HARÁ” y el “CUÁNTO SE INVERTIRÁ”, como tampoco dicen qué equipo de trabajo los acompañan, lo cual es importante para evitar el “amiguismo” y la improvisación en cargos que son muy importantes. No lo dicen nunca porque la verdad es que ni ellos mismos lo saben. Siempre nos engañan porque dicen una cosa y hacen otra. Nuestro pueblo se caracteriza por tener una mala memoria. Uno de los ejemplos paradigmáticos es el caso de la campaña electoral del año 2011 del ex presidente Ollanta Humala con la recordada “Gran Transformación”. No podemos seguir manejando el país de esa manera. Las verdaderas cifras de esta pandemia son la consecuencia de haber manejado folclóricamente este país desde hace décadas. Los partidos políticos deberían ser los pilares sobre los que reposen la democracia, el sistema político y el gobierno; pero por lo contrario, en el Perú los partidos políticos son la causa de la ingobernabilidad y la anarquía. Desde esta trinchera decimos: “No a la improvisación de los planes de gobierno”. Los peruanos nos habíamos acostumbrado a elegir presidentes como quien elige el mal menor. Hoy no podemos afirmar que elegiremos al mal menor de entre todos ellos porque en mi opinión ninguno de los candidatos tiene la capacidad de asumir el gobierno de un Estado que está casi quebrado. Ninguno de los actuales candidatos tiene la capacidad de enrumbar un Perú en crisis.
Finalmente, como dije en un anterior artículo, hoy toma relevancia las palabras del ex ministro de Economía Juan Carlos Hurtado Miller en 1990 cuando anunció las duras medidas económicas del fuji-shock: “Que Dios nos Ayude”, dijo. Después de 31 años volvemos a pedirle ayuda a Dios ante la ineficiencia de los políticos que nos han gobernado.
Cesar Ortiz Anderson
Presidente de Aprosec
www.aprosec.org
Fan Page: Aprosec-PERU
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