Si olvidaste lo que aprendiste (en el colegio y la universidad) entonces no lo aprendiste Nro 152 @JaviTomar
Javier Martínez Aldanondo: Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
Twitter: @javitomar | www.catenaria.cl
“La educación es lo que queda cuando todo lo aprendido en el colegio se ha olvidado” (Albert Einstein)
Si tienes más de 18 años, significa que terminaste la educación obligatoria y, por tanto, no te debiese suponer ningún problema resolver esta ecuación:
¿No es así? ¿cómo es posible? tuviste que aprobar matemáticas para graduarte del colegio… ¿y has podido desempeñarte en tu profesión sin saber cómo resolverla? Qué curioso… A lo largo de los años, he preguntado a cientos de personas cuánto de lo que estudiaron eran capaces de recordar y la respuesta es invariablemente la misma: muy poco. La joven, que sacó en 2017 una de las mejores notas de Chile en matemáticas con 850 puntos, reconoce que si hiciera de nuevo el examen, su nota apenas llegaría a 300. En 2015 El País formulaba la misma pregunta en España respecto del examen de acceso a la universidad con idéntico resultado. Un estudio demuestra que el 97,2% de los conductores suspendería la prueba teórica del examen de conducir si volviera a hacerla. Por fortuna, cada día aprendemos miles de cosas que nos permiten sobrevivir, pero por fuera de los cauces tradicionales. Según Edward Gibbon ”Todo hombre recibe dos educaciones: la que le dan y la que él se da; esta última es la más importante”
Recuerdo con nitidez el momento en que fui consciente de que mi memoria flaqueaba. Ocurrió en 1989 después de finalizar mi primer máster. El programa había sido intenso (clases todas las tardes), los profesores por lo general de buen nivel y muy comprometidos y las visitas a las empresas verdaderamente interesantes. !Me sorprendió tanto que no se nos evaluase para verificar lo que habíamos aprendido! Obviamente, los alumnos jamás se quejan cuando no les hacen un examen ni tienen que estudiar. En ese instante, traté de acordarme de lo que nos habían enseñado meses atrás cuando comenzamos el programa. Para mi sorpresa, era incapaz de recordar el contenido de la mayoría de las materias que formaban parte del curriculum. Cuando repetí el ejercicio con las asignaturas de la carrera de Derecho, que había finalizado meses antes, me pasó lo mismo. Por último, traté de recordar lo que había estudiado en el colegio y, de nuevo, tuve que reconocer que lo había olvidado prácticamente todo. Sé que no soy muy brillante pero tampoco me considero tonto así que opté por verificar si la desmemoria era un problema que también afectaba a otros. Pregunté a varios amigos y los resultados fueron iguales. Nadie recordaba casi nada de todas aquellas materias a las que, con sufrimiento, dedicamos tantas horas y esfuerzos. De repente, fue evidente que algo funcionaba mal en los procesos de aprendizaje. Las preguntas comenzaron a brotar: ¿cómo aprendemos realmente las personas? ¿por qué olvidamos?
También recuerdo con claridad la primera vez que un cliente (directivo de un banco) me reconoció sin titubeos: “nuestra empresa no tiene memoria”. Nuevas preguntas me asaltaron: ¿Las empresas olvidan? ¿tendrá consecuencias el hecho de que las organizaciones olviden lo que saben? ¿cómo aprenden las organizaciones?
Esta amnesia colectiva nos brinda 2 evidencias:
1. Si la inmensa mayoría de las personas olvidó lo que estudió durante su tránsito por el sistema educativo, es evidente que la forma de enseñar (que todavía seguimos utilizando) tiene graves deficiencias. Si asumimos que no es posible que tanta gente tenga problemas de entendimiento y de memoria, entonces, el método que usamos para educar falla estrepitosamente. Y el asunto no es trivial: dilapidar la inmensa cantidad de recursos que se invierten en la educación de los ciudadanos de un país es un lujo que nadie se puede permitir. ¿Cómo se explica esta situación? Por la gravísima confusión de considerar que aprender consiste en absorber información. Podemos llamarlo aprendizaje superficial: no penetra y se olvida casi de inmediato. Aprender exige ser capaz de hacer algo que antes no podías hacer ¿Todavía alguien cree que es posible aprender liderazgo leyendo un libro o asistiendo a un curso? Si para aprender fuese suficiente con escuchar, no tendríamos problemas con la educación ¿Por qué no has olvidado como hablar, andar o comer? Porque lo aprendiste haciendo y lo practicas cada día. Los animales aprenden gran cantidad de cosas y no van a la escuela ni hacen cursos. Aunque nos falta bastante camino para entender en detalle cómo operan los mecanismos cerebrales del aprendizaje, sabemos que hay métodos (hacer) que funcionan mejor que otros (memorizar): la motivación, la práctica repetida, los errores, las preguntas y el feedback son ingredientes imprescindibles de un buen diseño educativo. Escuchar y leer son la antesala que conduce al aprendizaje, pero solo si después se aplican. Aprender sin hacer no es aprender.
El ciclo del aprendizaje no se cierra hasta que eres consciente de lo que sabes y esto ocurre cuando tienes que enseñar a otros. Enseñar es aprender 2 veces ya que la maestría se adquiere cuando enseñas porque te obliga a ser consciente, a reflexionar respecto de qué sabes, cómo lo adquiriste y qué hacer para que otro lo incorpore. Hasta ese momento, aunque tienes el conocimiento, lo usas “inconscientemente”.
2. Si casi nadie recuerda lo que estudió, entonces muy poco de lo que estamos enseñando resulta útil para la vida de los adultos. Cuando hace 8 años pregunté qué es importante que nuestros hijos aprendan en el colegio, las respuestas coincidían: Colaboración, autoestima, proactividad, aprendizaje, etc. Y cuando preguntas a las empresas, casi por unanimidad te hablan de un conocimiento muy sutil: la actitud. Nada que figure en los curriculums educativos. Mark Twain sostenía “Nunca he permitido que la escuela entorpeciese mi educación”.
Dado que nuestros recursos son finitos y no podemos aprenderlo todo, resulta crítico decidir qué es importante aprender y priorizar los esfuerzos. La gran asignatura pendiente del sistema educativo consiste en atreverse a dejar de lado un curriculum que nos aprisiona desde hace más de 1 siglo y diseñar el modelo que necesitaremos para un futuro inmediato en el que gran parte del “trabajo sucio” se lo vamos a traspasar a las máquinas. ¿Alguien cree de verdad que los problemas que tiene la humanidad se deben a que las personas no sabemos suficientes matemáticas? No es suficiente con personas que sepan sino también que aprendan. El colegio te obliga a saber, pero no se preocupa de enseñarte a aprender.
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Resulta muy duro reconocer que has olvidado muchas de las cosas que supuestamente aprendiste. No es fácil asumir que desperdiciaste gran cantidad de tu tiempo (en una época crucial de tu vida) y por expresarlo amablemente, que las energías que dedicaste a “educarte” se podían haber empleado de mejor manera. Es inevitable volver la vista atrás y pensar ¿cuántos malos ratos inútiles? ¿cuánta memorización absurda?
¿Por qué es importante recordar? Porque no se puede aprender sin recordar. Siempre aprendes con algún objetivo (casi siempre inconsciente) y si olvidas lo que aprendes, no puedes alcanzar el objetivo y de nada sirve todo ese trabajo.
¿Qué consecuencias tiene olvidar lo que aprendes?
· No puedes utilizar el conocimiento que adquiriste: nuestra vida está compuesta de acciones repetitivas. Aprender es la mejor inversión para asegurarnos que podemos desempeñar dichas acciones de forma eficiente. De hecho, cuando vas a hacer algo una sola vez en la vida, te planteas si realmente merecerá la pena aprenderlo. Pero olvidar lo aprendido te conduce a comenzar cada día desde cero. Es el absurdo plasmado en el mito de Sísifo, primer rey de Corinto quien desafió a Zeus, y este le castigó con la tarea de empujar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la roca caía y Sísifo debía regresar a la base para volver a cargar la roca hasta lo más alto, y así por toda la eternidad. Lo peor de la pena que cumplió Sísifo no era el dolor físico, ni la humillación sino el hecho de experimentar el sinsentido.
· No puedes mejorar: si olvidas lo que aprendes, no tienes ninguna posibilidad de analizarlo con el objetivo de corregir aquellos aspectos que no resultan como habías previsto (no te conducen a conseguir el objetivo) ni tampoco de mantener y repetir los que funcionaron adecuadamente. Si olvidas, no puedes innovar. En una palabra, te expones seriamente a esos términos que se escuchan tan frecuentemente en las empresas de “reinventar la rueda” o “repetir errores”.
Conclusiones: “Lo único que interfiere con mi aprendizaje es mi educación” (Albert Einstein)
Aprender forma parte de nuestra naturaleza. El impulso de aprender es tan potente como el impulso sexual con la ventaja de que comienza antes... Recordar es duro, exige trabajo y práctica repetida, mientras que olvidar es fácil, no requiere esfuerzo alguno. Pero olvidar tiene consecuencias que no podemos ignorar.
Años atrás era poco habitual encontrar voces críticas con la manera en que se enseñaba en las aulas. Hoy se percibe un clamor que demanda actualizar las metodologías educativas. Sin embargo, no basta con cambiar el Cómo si no cambiamos también el Qué. Enseñar lo que se olvida es tan absurdo como enseñar lo que no se usa. Sabemos de sobra que, así como es difícil de olvidar lo que haces (andar en bici, nadar o jugar a ping pong), es bastante fácil olvidar lo que estudias y memorizas. Para aprender hay que practicar y hacerlo de forma repetida.
Cuando vives algo, no necesitas preguntarte si lo aprendiste porque está implícito en la experiencia. Cuando estudias, vas muerto de miedo al examen, dudando “si te lo sabes” porque memorizaste algo que no viviste, que no está relacionado con una experiencia y se sostiene de forma artificial, por eso te cuesta tanto recordarlo. De la misma forma, es inútil insistir en enseñar cosas que los computadores harán mucho mejor que nosotros. Antes se memorizaba porque casi no había otro lugar donde guardar información que no fuese tu cabeza…
No hay que aprender únicamente cosas que tengan uso inmediato, pero necesitamos reconocer que lo que no se aplica, se olvida. Estamos pasando de aprender “por si acaso algún día me hace falta” a aprender “cuando lo necesito”. Es decir, al aprendizaje permanente. Erich Fromm preguntaba agudamente “¿Por qué la sociedad se siente responsable solamente de la educación de los niños y no de la educación de todos los adultos de todas las edades?“
Podemos y debemos educar de manera mucho más provechosa y sensata. El conocimiento es el activo fundamental de cualquier persona y el proceso que lo genera se llama aprender. Si olvidas lo que aprendes, pierdes el conocimiento y quedas desamparado. El conocimiento es mucho más que estar informado. Sin embargo, tenemos pendiente resolver una pregunta aún más básica: ¿Para que aprender? La respuesta que consensuemos nos guiará hacia QUÉ aprender y CÓMO.
Finalmente: Si las personas olvidan lo que aprenden ¿qué riesgos corren las organizaciones para las que trabajan? Sabemos poco de aprendizaje organizacional, pero si los individuos no aprenden, la empresa no puede aprender. En otra columna abordaremos cómo aprenden las organizaciones. El 6 de diciembre en Santiago participaremos en el Human Capital Forum con la conferencia “Como potenciar el nuevo paradigma de la innovación en las organizaciones”.
El 10 de enero en el auditorio de Mutual de Seguridad en Alameda 194 (Santiago) realizaremos el primer seminario de la Comunidad de Gestión del Conocimiento sobre “Cómo aprenden las organizaciones”. Si les interesa participar, envíenme un correo a jmartinez@catenaria.cl
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