Marihuana, el lobo con piel de cordero


Por Hugo Diaz, Licenciado en Seguridad

Desde cualquier punto de vista es sabido que se trata de una sustancia tóxica, adictiva y muy peligrosa para la salud. Lo insólito es que aún así existan aquellos que la defienden apelando a toda clase de argumentaciones para  hacerla aparecer recreativa, inofensiva, placentera y hasta beneficiosa.

Obviamente que lejos estamos de compartir estos conceptos por más que un ejército de seguidores y “conocedores” del tema intenten abiertamente promocionar su producción y consumo mediante todos los medios posibles. La proliferación de una veintena de  “huertas especializadas”, hasta los llamados “viveros de una sola especie”, en plena Ciudad de Buenos Aires, como en el interior del país,  han generado un llamado de alerta al hombre común de la ciudad, no así a ningún organismo del estado. Estos promotores ofrecen sus conocimientos y accesorios para cualquier curioso o filomarihuanero logre su tan ansiada producción personal y de manera artesanal.

A partir de un simple instructivo a modo de “hágalo Ud mismo y en su casa”, este emprendimiento le da la posibilidad de cubrir la demanda de un  mercado en franco desarrollo, con bajo costo de inversión y con una renta asegurada.

Todo lo expuesto posee un agravante a tener en cuenta,  es que la marihuana de estos últimos años, es muy distinta a aquella que se consumía años atrás. Al tratarse de un cultivo especializado (por los cuidados especiales) la concentración de  su principio activo, el THC (tetra hidro cannabinol) ha llegado a alcanzar valores que rondan el 15 %  cuando  históricamente ha tenido una concentración del 3%, llegando  en la actualidad a producirse especies que contienen hasta un 30 % de sustancia activa. Esta droga en estas concentraciones se ha merecido el titulo de “droga dura”,
fundamentalmente por el daño cerebral que producen y la capacidad de producir alucinaciones además de la consabida adicción a corto plazo.

Obviamente que sus “militantes” darán cualquier clase de sustento argumental a esta práctica. Hablan de una filosofía de vida, de la libertad individual y del derecho ha hacer todo aquello que no este prohibido,  entre otros fundamentos tan subjetivos como inconsistentes.
Esta actividad es defendida como quien defiende una fuente genuina de trabajo, con orgullo manifiestan que poseen personal registrado y de conducta impositiva intachable además de  un local debidamente habilitado por los entes correspondientes. El vacío legal es alarmante y por sobre todo criminal desde todos los ángulos posibles, una vez más el Estado sigue ausente.

A todas luces es comprobado diariamente que la gran mayoría de los consumidores trafican y venden el producto que obtienen de distribuidores tanto minoristas como mayoristas.

Los comienzos en el consumo se registran en plena adolescencia y en ocasiones mucho antes, es decir en plena etapa del desarrollo humano. Lo hace por diferentes motivos: por curiosidad, temeridad, falta de confianza en si mismo,  soledad, abandono, conflictos intrafamiliares, desprotección, etc. El consumo de estas sustancias afecta su salud comprometiendo su psiquis, su sociabilidad, su desarrollo en general. La dependencia a sustancias de este tipo se consolida en la destrucción del individuo consumidor, quien puede recurrir a conductas reñidas con la ley para obtener la droga que necesita para sí mismo y como modo de sustento.

El consumidor sostiene muchas veces la creencia distorsionada que puede dejar de consumir con solo desearlo, y que se sale de esto cuando quiere, y que todo esta bajo el control de su voluntad. Cuando en realidad si ha logrado abandonarlo,  solo lo ha hecho por períodos muy cortos de tiempo. De ahí que puede perder la esperanza de salir de esa situación. El adicto se desespera en tal sentido por obtenerla, dado que no siempre cuenta con los recursos necesarios, de ahí que con frecuencia se endeuda con su proveedor el cual lo contrata  inmediatamente para traficar  para pagar su deuda y de ese modo queda cautivo en un círculo vicioso del cual costará mucho trabajo salir.

Basta con tener en cuenta que el aumento del consumo de alcohol  en nuestro país es uno de los más elevados de  la región, y que tampoco se observa medidas por parte del Estado que indiquen una disminución de esta conducta. En otros países el consumo de alcohol esta directamente regulado y controlado por el Estado, porque es sabido el daño que provoca en la población y de manera especial en los jóvenes. Comprender esto puede llevar años, pero en algún momento habrá que empezar.

Se movilizan grandes cargamentos de marihuana por todos los medios posibles, es decir por vía terrestre, aérea, fluvial y marítimas. Nada los detiene por el momento. Están en su mejor momento económico y  operativo, podemos augurar que este año cerraran su balance con superávit en ventas, con aperturas de nuevas sucursales en todo el país. Una actividad cuya renta supera ampliamente el PBI de más de una provincia en su conjunto no es nada fácil sin la ayuda de buenos amigos.

Es casi cómico como se utilizan cientos de efectivos de las distintas fuerzas, como así también material logístico y tiempo de investigación (que muchos casos son presentados como “meses”, cuando en realidad sabemos que no es así, que solo es cuestión de proceder de manera operativa a partir de una orden judicial), que dicha “investigación” no es más que un tiempo prudencial para acomodar las fichas y que las mismas que caigan en el baúl de algunos perejiles, y todo quede ahí, y no se investigue para atrás, es decir a aquellos que invierten en este negocio.

Por lo visto el título queda muy grande si lo contrastamos con la realidad. Lamentablemente, estamos ante un Estado entre complaciente e indiferente, con funcionarios tibios y funcionales, sindicalistas y empresarios en una  relación vertiginosa y turbia, todos juntos en un equilibrio cada vez más imperfecto.
Las organizaciones criminales solo sienten cosquillas cuando un grupo de alguna fuerza de seguridad hace un operativo, “sorpresa” e irrumpen en las “favelas”  de Rosario o en el Gran Buenos Aires. Cualquier agente de tránsito sabe que dicho procedimiento es poco de nada,  que semejante despliegue de recursos  para lograr un magro resultado, es para los titulares y nada mas. Queda demostrado cuando se incautan  algunos kilos de cocaína, marihuana y una veintena de personas sospechosas son detenidas. Todo resulta un chiste de mal gusto que no hace reír a nadie,  es obvio que todo este tipo de accionar no logra generar ninguna barrera que logre detener el avance del narcotráfico en nuestro país.  Las organizaciones criminales no pueden ser combatidas de ese modo si realmente se busca un resultado positivo. Absolutamente todos los funcionarios estén en el gobierno o no, empresarios, sindicalistas, presidentes de cualquier asociación lo saben.

Los hechos hablan por sí solo, es evidente que no hay voluntad política para detener avance de estas organizaciones; colocar el acento en el consumidor es una pequeña punta, aunque colocar el acento en el lavado de dinero, en la financiación de los partidos políticos, aplicar impuestos y mayor control a la renta financiera es el premio mayor.

Desde el Banco Central se puede hacer de todo y mucho sin movilizar ni siquiera un boy scout. Del mismo modo desde la AFIP, desde la Comisión de Valores, etc, entonces ¿porqué no se hace?
Sin disparar un solo tiro y con medidas de control de bajo presupuesto y  partir de estos organismos se puede instrumentar un verdadero filtro financiero capaz de sofocar a estas organizaciones que hasta el momento parecen tan poderosas y efectivas en la compra de voluntades. De hecho se sospecha que muchos involucrados ocupan cargos en las instituciones de contralor pero nos alienta el saber que la valija de Antonini Wilson fue abierta por una agente que no gana mas de u$s 500, como así también que una simple esposa despechada esta provocando una cascada de problemas a un vicepresidente y a un centenar individuos que hace poco parecían intocables.

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